martes, 30 de diciembre de 2008

La huesped-tje host-10º capitulo

Capítulo 10. Cambiada
La campana eléctrica sonó, anunciando otro visitante de la tienda de convivencia. Mire
con culpa y agaché rápidamente mi cabeza detrás del estante que estábamos
examinando.
Deja de actuar como una criminal, me avisó Melanie.
No estoy actuando, repliqué tensa.
Las palmas de mis manos se sentían frías debajo de la capa fina de sudor, aunque el
pequeño lugar hacía mucho calor. Las amplias ventanas dejaban entrar mucho sol para
las fuertes y laboriosas unidades de aire acondicionado para mantener.
¿Cuál? Demandé.
La grande, me dijo.
Agarré el paquete más grande de los dos que había, una mochila que se veía capaz de
tener más de la que podría llevar. Luego caminé del otro lado donde había en u lado
botellas de agua.
Podemos cargar 3 galeones, decidió. Eso nos dará tres días para encontrarlos.
Respiré profundamente, tratando de convencerme de que no estaba de acuerdo con
esto. Simplemente estaba tratando de tener más coordinadas de ella, nada más. Cuando
tuviera toda la información, iba a encontrar a alguien-un diferente buscador, tal vez, un
poco menos repulsivo del que me asignaron a mí-y pasarle sólo la información. Iba a ser
exhaustivo solamente, me prometí a mí misma.
Mi tonto intento de mentira era tan patético que Melanie no prestó ninguna atención
sobre eso, sin sentirse preocupada. Debía ser muy tarde para mí, como la Buscadora me
había advertido. Tal vez tuve que haber tomado el consejo.
¿Muy tarde? ¡Eso quisiera! Gruñó Melanie. No puedo hacerte nada que no quieras. ¡Ni
siquiera puedo mover mi mano! Su pensamiento gimió de frustración.
Miré abajo hacia mi mano, descansando contra mi muslo en lugar de alcanzar el agua
como ella quería hacerlo. Pude sentir su impaciencia, su casi desesperado deseo por
hacer un movimiento. En las corridas devuelta, sólo como si me existencia era no más
que una corta interrupción, una temporada derrochada por estar con ella.
Ella me dio algo equivalente a un bufido, y entonces ella estaba devuelta en el trabajo.
Vamos, me urgió. ¡Hagámoslo! Va a oscurecer pronto.
Con un suspiro, empujé la larga mochila con las botellas de agua del estante. Estas casi
golpean el suelo después de que las agarré en contra el borde de otro estante más baja.
Mis brazos se sintieron como si chasquearan por la mitad fuera de sus encajes.
“¡Estás bromeando!” Exclamé alto.
¡Cállate!
“¿Perdone?” un bajo, encorvado hombre, el otro cliente, preguntó desde el final del
pasillo.
“Uh-nada.” Murmuré, sin encontrar su mirada. “Es más pesado de lo que imaginé”
“¿Quieres algo de ayuda?” se ofreció.
“No, no,” respondí hastiada. “Sólo quiero el más pequeño”
Él se volvió a dar vuelta en la sección de papas fritas.
No, no lo harás, Melanie me aseguró. He llevado cosas más pesadas que ésta. Tienes
que hacerlo más fácil, Wanderer.
Lo siento, respondí ausentemente, confundida por el hecho que ella había usado mi
nombre por primera vez.
Anima a tus piernas.
Me esforcé con la carga de agua, preguntándome qué tan lejos sería posible esperar a
que lo lleve. Logre llevarlo en frente de la registradora, por lo menos. Con un gran
esfuerzo, me libré de su peso en el mostrador. Puse la bolsa arriba del agua, y le agregé
una caja de barras de granola, donas, y una bolsa de papas fritas.
El agua es muchísimo más importante que la comida en el desierto, y podremos solo
llevar mucha–
Tengo hambre, le interrumpí. Y esto es liviano.
Es tu espalda, supongo, dijo a regañadientes, y después ordenó, Consigue un mapa.
Puse el que ella quería, un mapa topográfico del lugar, en el mostrador con las otras
cosas. No era más que una propiedad en su charada.
El cajero, un hombre canoso con una sonrisa dispuesta, escaneó los códigos de barra.
“¿Haciendo algunas excursiones?” preguntó de forma amable.
“La montaña es muy hermosa.”
“El camino esta justo por–” dijo, empezando un gesto.
“Lo encontraré,” prometí rápido, apoyando la pasada y mal balanceada carga fuera del
mostrador.
“Quédate en un lugar antes de que oscurezca, cariño. No querrás perderte.”
“Lo haré.”
Melanie estaba pensando malos pensamientos hacia el hombre mayor.
Esta tratando de ser amable. Esta sinceramente preocupado por mi bienestar, le
recordé.
Eres muy social, me dijo ácidamente. ¿Nadie te dijo que no hay que hablar con
extraños?
Me sentí llena de culpabilidad cuando respondía No hay extraños entre mi tipo.
No puedo acostumbrarme a no pagar por los cosas, me dijo, cambiando de tema. ¿Cuál
es el punto de escanear esto?
Inventario, por supuesto. ¿Se tiene que acordar de todo lo que tomamos cuando tendría
que necesitar ordenar más? Además, ¿Cuál es el punto del dinero cuando todo es
perfectamente honesto? Me pausé, sintiendo otra vez la culpabilidad tan fuertemente
que era doloroso. Todos menos yo, por supuesto.
Melanie rehuyó de mis sentimientos, preocupada por la profundidad de éstos, por la
preocupación de que cambiara de opinión.
En cambio, ella se enfocó en su gran deseo de irse de allí, de moverse hacia su objetivo.
Su ansiedad se filtró a través de mí, y caminé más rápido.
Llevé la carga al auto y la puse en frente de la puerta del pasajero.
“Deja que te ayude con eso.”
Divisé hacia arriba para ver otro hombre de la tienda, con una bolsa plástica en su
mano, parado frente a mí.
“Ah... Gracias,” gesticulé finalmente, mi pulso se aceleró.
Esperamos, Melanie tensa como para correr, muertes que él subía nuestras
adquisiciones al auto.
No hay nada que temer. También esta siendo amable.
“Gracias,” dije otra vez cuando el cerraba la puerta.
“Un placer.”
Caminó hacia su propio vehículo sin mirar hacía nosotras. Me subí al auto y agarré la
bolsa de papas fritas.
Mira el mapa, me dijo. Espera hasta que este fuera de vista.
Nadie nos está mirando. Le prometí. Pero con un suspiro, saqué el mapa y comí con una
mano. Era probablemente una buena idea tener algún sentido de donde vamos.
¿Dónde vamos? Le pregunté. Tenemos que encontrar el punto de salida, ¿Ahora qué?
Mira alrededor, me comandó. Si no podemos verlo, trataremos el lado sur de la
montaña.
¿Ver qué?

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