jueves, 18 de diciembre de 2008

La huesped-the host-2ºcapítulo

Capítulo 2 - Escuchada
Las voces estaban cerca, y aunque recién me había dado cuenta, parecían estar
discutiendo en susurros.
“Temo que esto sea demasiado para ella,” dijo la primera voz. Era baja pero profunda,
masculina. “Y para cualquiera. ¡Cuanta violencia!” Había disgusto en sus palabras.
“Gritó solo una vez,” dijo una voz aguda, sutil, femenina, y su comentario dejaba notar
una cierta satisfacción, como si los hechos le dieran razón.
“Lo sé” admitió el hombre. “Es realmente fuerte. Otros tuvieron traumas mayores por
causas menos importantes.”
“Estoy segura va a estar bien, ya te lo he dicho.”
“Quizás equivocaste tu Vocación” había algo de entusiasmo en la voz del hombre. Mi
mente le llamó sarcasmo. “Quizás deberías ser una Curandera, como yo.”
La mujer rió, divertida. “Lo dudo. Los Buscadores preferimos un tipo distinto de
diagnóstico.”
Mi cuerpo conocía esa palabra: Buscador. Me corrió un escalofrío por el cuerpo. Lo que
sobraba de una reacción. Yo no tenía ningún motivo para temer a los Buscadores,
obviamente.
“A veces pienso que en tu profesión fueron contagiados por la infección de la
humanidad” comentó el hombre, la voz siempre ácida y molesta. “La violencia es
congénita en vuestro modo de vivir. ¿Conservan ese resto de índole humana que les
hace complacerse del horror?”
Me sorprendí por el tono de la acusación. La discusión parecía más a...una pelea. Algo
familiar para mi huésped, aunque para mí desconocida.
La mujer estaba en la defensiva. “No somos nosotros a elegir la violencia. La
enfrentamos cuando debemos. Ustedes tienen suerte de que algunos de nosotros fuertes
como para soportarla. Si no hiciéramos nuestro trabajo vuestra paz se rompería.
“Un tiempo era así. Creo que dentro de poco vuestra vocación será superada.”
“Te equivocas, y esta cama es la prueba.”
“¡Una joven humana, sola y desarmada! Realmente una grande amenaza contra nuestra
paz.”
La mujer respiro profundamente. Resopló. “Si, ¿pero de donde viene? ¿Cómo pudo
aparecer en el corazón de Chicago, una ciudad civilizada desde hace tiempo, a unos
cientos de kilómetros de cualquier pista de actividad de los rebeldes? ¿Pudo hacerlo
sola?”
Decía rápidamente las preguntas como si no estuviera pretendiendo una respuesta, ya
habiéndoselas repetido varias veces.
“Ese es un problema tuyo” dijo el hombre. “Mi deber es ayudar esta alma a que se
acostumbre a su nueva huésped sin traumas ni dolores inútiles. Y tu estas interfiriendo
con mi trabajo.”
Mientras estaba aun ocupada en retomar conocimiento, en orientarme en un mundo con
nuevos sentidos, me di cuenta de que estaban discutiendo sobre mí. Era yo el alma de la
que hablaban. Una palabra nueva, una palabra que para mi huésped había tenido
muchos otros significados. Nuestro nombre cambiaba de planeta en planeta. Alma. Creo
fuese la definición justa. La fuerza invisible guía al cuerpo.
“Tener respuestas para mis preguntas es importante cuanto tus responsabilidades sobre
esta alma.”
“Esto se verá.”
Sentí un movimiento, y la voz femenina se volvió un susurro. “¿Cuándo va a reaccionar?
El efecto de la anestesia se fue casi del todo.
“Cuando esté lista. Déjala en paz. Tiene derecho de enfrentar la situación en el modo
que crea más simple. ¡Imagina la sorpresa de despertar en el cuerpo de una rebelde,
herida a muerte mientras intentaba escapar! ¡Un trauma de este tipo no debería suceder
a nadie en tiempos de paz!” La voz masculina era màs intensa, llena de emoción.
“Es fuerte” le aseguró la voz femenina “Mira como ha enfrentado bien el primer
recuerdo, el peor. Cualquier cosa se estuviera esperando, lo logró.”
“¿Por el nombre de qué?” refunfuñó el hombre, pero no parecía esperar una respuesta.
La mujer rebatió igualmente: “Para obtener las respuestas que necesitamos...”
“Que necesitamos lo dices tu. Si fuera en ti diría, que pretendemos.”
“Alguien tiene que hacerse cargo de las cosas desagradables” siguió ella, ignorando la
interrupción “Y por lo que sé, esta alma hubiera aceptado el encargo si hubiera habido
un modo de proponérselo. ¿Que nombre le pusiste?”
El hombre se quedo en silencio largo rato. La mujer esperó.
“Trotamundos” dijo al final.
“Es adecuado” comentó ella. “No tengo estadísticas oficiales, pero ella debe ser una de
las pocas, sino la única, que llega tan lejos. Si, trotamundos le quedará bien, hasta que
se elija sola un nombre nuevo.
El se quedó en silencio.
“Obviamente, puede quedarse con el nombre del huésped. En los archivos no
encontramos nombres que correspondieran a las huellas digitales ni al escanéo de
retina. No sabría decirte cual era su nombre.”
“No se va a quedar con el nombre humano” masculló el hombre.
“Cada uno busca el confort a su modo” respondió ella, conciliadora.
“A Wanderer le va a hacer mucha falta, gracias a tu estilo de Búsqueda”
Oí ruidos fuertes y pasos sobre el piso duro. Cuando habló de nuevo, la mujer estaba del
otro lado del cuarto.
“Si hubieras participado cuando empezó la ocupación hubieras reaccionado muy mal.”
“Quizás eres tu que reaccionas mal a la paz”
La mujer se rió en modo falso. Mi mente parecía aferrar los significados escondidos en el
tono y en las inflexiones de la voz.
“No te debe quedar claro lo que implica mi vocación. Largas horas, hundida en archivos
y mapas. Más que nada trabajo de oficina. No se trata siempre en conflictos o violencia
como quizás crees.”
“Cuando hace diez días encontraste este cuerpo estabas bien armada.”
“Te aseguro que era la excepción, no la regla. No te olvides que las armas que tanto te
disgustan fueron usadas contra nuestra especie cada vez que nosotros Buscadores
bajamos la guardia. Los humanos son felices de matarnos cuando pueden. Los que
fueron tocados por su hostilidad nos considera héroes.”
“Hablas como si estuviéramos en el medio de una guerra.”
“Si, la guerra contra los humanos que quedan.”
Esas palabras me rebotaron en las orejas. Mi cuerpo reaccionó; sentí mi respiro acelerar,
el latido del corazón palpitar mas fuerte de lo común. Al lado de la cama en la que
estaba un aparato registró el aumento del ritmo con un bip ahogado. El Curandero y la
Buscadora estaban demasiado ocupados en la discusión para darse cuenta.
“Guerra que ellos mismos saben haber ya perdido. Les superamos en número...
¿Cuánto? ¿Un millón contra 1? Imagino que tú ya lo sabes.
“Según calculamos nosotros estamos en ventaja” admitió ella a regañadientes.
El Curandero se mostró feliz en cerrar la conversación con esa precisión. Ella se quedo
en silencio un rato.
Yo lo aproveché para reflexionar sobre mi situación. Muchas cosas eran obvias.
Me encontraba en un laboratorio de curación, recuperándome de una inserción algo
complicada. Estaba segura de que el cuerpo que me habían dado estaba completamente
curado, antes de que me lo dieran. La mayor parte de las veces se liberaban de los
cuerpos perjudicados.
Considere el conflicto de opiniones del Curandero y de la Buscadora. Según las
informaciones que me habían dado el Curandero tenía razón. La hostilidad contra el
resto de los humanos se había acabado. El planeta llamado Tierra era pacifico y sereno
como se veía desde el espacio, una esfera de forma atrayente verde y azul, rodeada por
vapores blancos e inocuos. Como siempre desde la llegada de las almas, la armonía
reinaba en todas partes.
La pelea entre el Curandero y la Buscadora estaba fuera de lugar, demasiado agresivo
para nuestra raza. Me quedé maravillada. Eran acaso ciertas las voces que habían
corrido de los...de los...
Me perdí buscando el nombre de mi última especie. Teníamos un nombre, lo sabía. Lejos
de mi antigua huésped no lo recordaba, el lenguaje que había usado era mucho mas
simple que este, un lenguaje mudo de pensamientos que nos unía a todos en una sola
grande mente. Cosa necesaria si vives enraizado en un terreno húmedo y negro.
Podía describir esa especie con mi nuevo lenguaje humano. Vivíamos en el fondo del
grande océano que cubría toda la superficie del planeta... del cual no recordaba el
nombre. Teníamos cien brazos, y por cada brazo mil ojos, gracias a eso, y a la unión de
nuestros pensamientos, nada en el fondo del océano pasaba desapercibido. No estaba la
necesidad de los sonidos, ya que no teníamos orejas. Sentíamos el sabor del agua, que
junto a la vista nos decía todo lo que debíamos saber. Y sentíamos el sol, lejano arriba
del océano, que se convertía en nutrimento para nosotros.
Podía describirnos, pero no podía darnos un nombre. Suspiré triste por ese conocimiento
perdido, y volví a reflexionar sobre la conversación que había escuchado.
Usualmente, las almas dicen solo la verdad. Los Buscadores, obviamente, debían seguir
las reglas de su vocación, pero entre almas no había necesidad de mentir. El lenguaje
mental de mi última especie hacía que no pudiera mentir. Enraizados en la tierra como
estábamos, luchando contra el aburrimiento narrando historias. Saber contar historias
era el màs apreciado de los talentos, porque todos gozaban de ello.
A veces la realidad se mezclaba con la fantasía al punto que empezábamos a dudar,
aunque no se pudiera mentir, que cosa era cierta y que cosa no lo era.
Cuando pensábamos en el nuevo planeta-la Tierra, tan seca, tan variada, llena de
habitantes violentos y destructivos, que apenas les podíamos imaginar-el terror
principalmente era sustituido por el entusiasmo. Nacían enseguida historias sobre el
nuevo y emocionante tema. Las guerras-¡Las guerras! ¡Nuestra raza obligada a luchar!-
eran discretas primero detalladamente, embellecidas y transformadas en cuentos.
Cuando los cuentos se deformaban demasiado buscaba informaciones oficiales.
Pero se hablaba también de otras cosas: Huéspedes tan fuertes que obligaban a las
almas a que los abandonaran. Huéspedes con una mente indomable. Almas que
adoptaban la personalidad del cuerpo en vez de imponer la propia. Historias. Voces
incontrolables. Locura.
Parecía la acusación del Curandero...
Descarté la sospecha. Probablemente la protesta del Curandero era solo un reflejo de la
antipatía de todas las almas sobre la vocación de los Buscadores. Pero, ¿cómo era
posible desear una vida de duelos y perseguimientos? ¿Sentir atracción en individuar y
capturar los huéspedes mal dispuestos? ¿Tener bastante coraje como para enfrentar la
violencia de esa especie hostil, los humanos, que mataban tan fácilmente? En este
planeta los Buscadores se habían vuelto un verdadero... ejército: Mi nuevo cerebro
sugirió la mejor definición sobre un concepto para mí totalmente desconocido. La
mayoría de las almas creían que solamente los menos evolucionados, inferiores, se
volvían Buscadores.
Aún así, en la Tierra, ellos gozaban un nuevo estatus. Nunca antes había ocurrido que
una vocación saliera mal. Nunca antes se había transformado en una batalla cruel y
sangrienta. Los Buscadores eran un potente escudo, y las almas de este mundo estaban
triplemente en deuda con ellos: Porque habían transformado el caos en seguridad,
porque cada día arriesgaban voluntariamente sus vidas y porque traían constantemente
nuevos cuerpos.
Ahora que el peligro había pasado, la gratitud se iba debilitando. Y, para esta Buscadora,
el cambio no era placentero.
Era fácil imaginar lo que me iba a preguntar. Aunque el Curandero intentara darme más
tiempo para acostumbrarme a mi nuevo cuerpo sabía que iba a dar lo mejor de mí para
ayudar a la Buscadora.
El sentido cívico era algo indispensable en cada alma.
Así que respire profundamente para prepararme. El monitor señalo mi movimiento. Me
sentía algo indecisa, odiaba admitirlo, pero tenía miedo. Para recuperar las
informaciones que necesitaba la Buscadora iba a tener que explorar los recuerdos
violentos que me habían hecho gritar por el terror. Pero sobretodo tenía miedo de la voz
que había escuchado fuerte en mi cabeza. En aquel momento, como debía ser, la voz
callaba. También ella era solo un recuerdo.
No debía temer, después de todo mi nuevo nombre era Trotamundos, me lo había
ganado.
Con otro respiro profundo enfrenté los recuerdos que me asustaban, y hurgué en ellos
serrando los dientes.
Ahora podía omitir el final, ya que había superado el miedo. Rápidamente volví,
estremeciéndome, a la corrida en la oscuridad, intentando no hacer caso a las
sensaciones. Me salí de eso rápidamente.
Una vez superada la barrera pude fluctuar entre las cosas y los lugares menos
alarmantes, en busca de información. Vi como había llegado a esa ciudad fría, de noche,
manejando un auto robado, elegido a propósito por su aspecto anónimo. Había caminado
por las calles de Chicago en la oscuridad, temblando y envuelta en una chaqueta.
También ella la estaba buscando. Había otro como ella, al menos eso esperaba. Una
persona en particular. Una amiga...no, una pariente. No era una hermana...una prima.
Las palabras tenían dificultad en salir, y al principio no entendí porqué. ¿Era un particular
que se había olvidado? ¿Perdido durante el trauma de haber casi muerto? ¿Estaba aún
confundida porque había perdido conocimiento? Intenté razonar. Que sensación tan poco
familiar. ¿Quizás aun seguía bajo sedativos? Me sentía lucida, pero a mi mente le
costaba buscar las respuestas que quería y que no encontraba.
Intenté usando otra vía, en la esperanza de tener una visión mas clara. ¿Cual era su
objetivo? Debía encontrar a...Sharon-no sé de donde lo saqué-y con ella quería...
Choqué contra una pared.
Había un vacío, la nada. Traté de darle la vuelta, pero no encontraba el final. Como si la
información que buscaba hubiese sido borrada.
Como si mi cerebro estuviese perjudicado.
Una rabia ardiente y salvaje me invadió. Una reacción inesperada, que me dejó sin aire.
Había oído sobre la instabilidad emocional de los cuerpos humanos, pero esto iba más
allá de mi habilidad de prever. En ocho vidas ninguna otra emoción me había tomado
con tanta fuerza.
Sentí la sangre pulsar en mi cuello, retumbar en las orejas. Apreté los puños.
El monitor a mi lado registró la aceleración de mis latidos. En el cuarto alguien se movió:
Los pasos fuertes de la Buscadora se aproximaron hacia mí, junto a un calmo arrastrar
de pies que debían ser los del Curandero.“Bienvenida a la Tierra Wanderer,” dijo ella.

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